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25.4.11

IREE? (Ano I) 

"La memoria ha sido siempre, es, será la única compensación al fracaso del deseo y sin embargo en abril 1974, memoria y deseo estallaron en la «revolución de los claveles» portuguesa. Una revolución iniciada tras el santo y seña de una canción sigilosa y nocturna:

Grandola vila morena,
terra da fraternidade

y al son de las notas de la canción de José Afonso, prohibida por el caetanismo, los oficiales revolucionarios ocupan los puntos claves de Lisboa y Portugal y despliegan una bandera revolucionaria simbolizado en la imagen del niño y el fusil cargado con un clável. La revolución desarma el miedo y el recelo del paisanaje dormido o cómplice o alarmado, lanzando descargas de rojos claveles, palabras y canciones hermosas y prohibidas. Hay oficiales revolucionarios. ¡Quién lo dijera! Oficiales que aprendieron la lógica de la justicia y la igualdad cuando trataban de aplastar así en la metrópoli como en las colonias la lucha por la justicia y la igualdad. Y el mundo entero se aprende sus apellidos de epopeya oceánica: Melo, Rosa, Coutinho, Saraiva de Carvalho, Vasco Gonçalves o el capitán de Marina Serra, que dirigió personalmente el asalto a la cárcel de Caxias para liberar a los opositores al régimen, mientras las gentes se dedicaban a la caza de los miembros de la PIDE, la odiada policía del salazarismo que tuvo menos suerte que sus señores, Caetano o Américo Thomas, confortablemente deportados a Brasil.

Vivida en España, como propia, abarrotada la frontera de españoles que iba a ver el prodigio de aquel laico y rojo milagro de Fátima (...)"

VÁZQUEZ MONTALBÁN, M.: Crónica sentimental de la Transición. Barcelona: Random House Mondadori, 2005, pp. 53-54.

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